Ahora con todo esto del coronavairus mi madre me envía más mensajes que nunca. ¿De amor y preocupación?

Más bien solo de preocupación.

Te digo.

No sé por qué razón a mi madre le da por reenviar este tipo de mensajes:

Importante. Si te llega un correo de la dirección general de tráfico pidiéndote un número de teléfono y un número de cuenta porque ha habido un accidente cerca de Torrevieja, por favor, no lo compartas, es un bulo.

O mensajes de…

¡Cuidado! Si ves un monje Shaolin por la calle y te pide un poco de agua, no se la des! Quiere contagiarte blablab

Ya sabes, ese tipo de cosas.

Estos mensajes para mí siempre son raros por 2 razones:

Primero porque el mensaje en sí parece el bulo. Va de “advertencia” contra bulos o estafas pero el mensaje parece falso. No sé, es raro.

Y segundo porque de todos esos mensajes donde parecía que se acababa el mundo luego nunca se sabe nada más. Ni mi madre tampoco. Lo que hace que desconfíe aún más para el siguiente mensaje apocalíptico que me reenvíe.

Pero, ¿por qué me lo envía?

Por miedo amigo, por panic. Y más concretamente por un sentimiento tan sutil como sofisticado que tenemos:

Por la emoción de “por si acaso mejor lo reenvío”.

Ese “por si acaso” es un sentimiento traidor, canalla, pendenciero y perro. Muy útil para vender sobre todo en el final de un lanzamiento o en los últimos días de algo.

La sensación que se ha de dejar es que “por si acaso lo compro” y luego ya veré no vaya a ser que pierda esta oportunidad.

Para ello, hay formas más nobles y elevadas para hacerlo que la clásica urgencia “no sé cuándo volveré a abrir” o “aprovecha la oportunidad que queda poco tiempo”.

Formas más nobles, elegantes y efectivas que hablo en mis formaciones y mi lista de correo.

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El capítulo 6 de mi curso de copywriting el Método Vàzkosky.

El Migui.